Alejandro Olea viajó a África inspirado por la literatura de Ernest Hemingway. De allí se trajo una colección de fieras que componen la primera exposición de fotografía organizada por Walltic, “Kudu”. Un nombre enigmático que encierra la aventura vivida por el reportero en el parque del Serengueti, en Tanzania. Éste es el relato de Alejandro en primera persona.
El leopardo era el animal con el que más soñaba. Quería fotografiarlo como fuera. Y, a las pocas horas de entrar en el Serengeti, en mi quinto día en Tanzania, lo conseguí. Subido a un árbol y rodeado por una decena de coches de turistas como yo, dormitaba entre las ramas sin inmutarse. Bello, noble, elegante, majestuoso. Miraba al horizonte como si allí no hubiera nadie más. A mediodía, todos se fueron a sus lodges a comer. Yo no. Esperé y esperé con la vista fija en él, pendiente de cada movimiento. Entonces el que miraba al horizonte como si no hubiera nadie era yo. Respirando el mismo aire que él, mirando el mismo paisaje, con el único sonido de la suave brisa que mecía las ramas. De vez en cuando, nuestras miradas se cruzaban y cuando sus ojos se clavaban en mí notaba que me estaba midiendo, calculando las probabilidades. Treinta minutos después, se desperezó y bajó del árbol perdiéndose entre la hierba alta. Daba igual; había conseguido mi Kudu.
Un Kudu es un antílope africano. Pero Kudu también es África. Es todo y es nada. No es el destino, es el viaje. Es la búsqueda, no el encuentro.
Kudu no es un león, es el león que olfatea el viento que le peina la melena y que, de repente, se gira y me atraviesa con la mirada.
Kudu no es un elefante, es el viejo elefante que ha recorrido innumerables kilómetros y que, cuando se encuentra conmigo, se para, coge tierra con su trompa y levanta una nube de polvo retándome.
Kudu no es un ñu, es la manada infinita que se pierde en la sabana esclava del pasto.
Y yo estoy allí, y lo veo, y lo fotografío, pero nada de eso importa. Porque Kudu no pertenece a un tiempo o a un espacio. Estuvo allí antes que todos nosotros y seguirá allí mucho después. Kudu es mi testimonio.
“… Es agradable acechar una presa que deseas muchísimo durante un largo período de tiempo, ser burlado, superado en habilidad por ella y fracasar al final de cada jornada, pero seguir al acecho y saber, cada vez que sales, que tarde o temprano tu suerte cambiará y tendrás la oportunidad que estás buscando. Pero no es agradable tener límite de tiempo en el cual has de conseguir tu Kudu, o en que puede que no lo consigas o ni siquiera llegues a verlo. La caza no debería ser así (…) Cazar tiene que ser enfrentar tu vida mientras exista la de uno u otro animal, mientras éste exista; al igual que pintar tiene que ser unir tu vida a las telas y colores, y escribir unir tu vida al lápiz o al papel o a la tinta o a cualquier máquina que te ayude a hacerlo, o a cualquier cosa sobre la que quieres escribir, y te sientes como un bobo, y eres un bobo, si lo haces de cualquier otro modo.”
Del libro “Verdes colinas de África”. Ernest Hemingway.
Y qué es la fotografía sino enfrentar mi vida mientras exista al mundo a través de la cámara, mientras éste exista… Soy un cazador de almas y mis trofeos son la belleza y nobleza de la mirada de estos animales. Lo único que nos diferencia es el olor de la pólvora.